La Vanguardia, 11 de noviembre de 2019.
«Los jueces pueden perdonar las deudas a quienes actuaron de buena fe y liquiden todos sus bienes.«
El barcelonés Víctor Bitrián respira por fin aliviado tras un larguísimo periodo de sufrimiento extremo. En el 2016, mucho después de que se fuera al traste el proyecto de su vida –un hotel rural en Jiloca (Teruel) al que la crisis se llevó por delante en el 2011–, Bitrián inició el proceso para acogerse a la ley de la segunda oportunidad, un procedimiento concursal aprobado en España sólo un año antes por el que se puede conseguir la exoneración de las deudas de las personas físicas, sean empresarios o particulares. Ya es libre.
En los últimos tres años, con el sueldo intervenido por el administrador concursal –al que tenía que pedir permiso para cualquier gasto extraordinario, como los aparatos dentales que precisaba uno de sus dos hijos–, su vida ha sido un infierno. “He llorado mucho, lo he pasado muy mal. Cuando te pasa lo que a mí, te quedas sin nada. Por supuesto, sin tarjeta de crédito. Con la línea de teléfono a nombre de mi suegra. En un continuo sobresalto. Sales adelante gracias a los amigos”, relata Bitrián, emocionado.